Odiado por muchos, amados por los fans de Tigres, lo cierto es que Gignac vino a revolucionar el mercado de fichajes de la Liga Mx y transformó a un club destinado al olvido, a uno de época, chico, pero de época.

Sí es probable que de 10 tenga poco, pero lo cierto es que la posición del mediapunta creativo está en desaparición. Sin embargo, Gignac no ha manchado ese número que tan buenos recuerdos nos trae a todos los aficionados.

Si bien existe la tendencia y el morbo a señalar que el francés es el mejor de todos los extranjeros en el futbol mexicano, no podemos negar que está en el top. Primero por su capacidad de asumir la responsabilidad en las grandes citas. Entre más adverso sea el panorama, más se compromete.

Desde que llegó a Tigres en 2015, el Bomboro no se ha cansado de anotar. En cuatro años superó la marca de 104 goles conseguida por Tomás Boy para convertirse en el máximo goleador en la historia del club; Boy había impuesto ese récord en 13 años como jugador felino. 

Eso sí, muchos equipos han querido copiar el fichaje del galo y podemos decir que es un traspaso siempre copiado, nunca igualado. Cómo olvidar la llegada de Jéremy Ménez al América o Vincent Janssen al Monterrey.

Pero algo que todavía es más difícil de encontrar en las nuevas estrellas es ese arraigo, apropiarse y aportar a la identidad de un club, algo que hizo Gignac con la afición de Tigres. Un clic inmediato que lo convirtió en un auténtico ídolo. Además de demostrar en la cancha el orgullo de portar la camiseta, lo hace también fuera de ella. Aprendió de la cultura y el entorno de Nuevo León, de su sociedad con la que parece identificarse por completo.

Al final podemos decir muchas cosas, pero el francés es quizá el reflejo del 10 moderno, un número que quizá se ha perdido en el campo, pero que fuera de él, continúa siendo el de un ídolo de multitudes y un dolor de cabeza para los rivales.