Cada vez es más frecuente que cientos de cámaras observen un partido de futbol, sumado a eso los miles de espectadores que con un teléfono de igual forma participan, y es que desde mi punto de vista esa tecnología lejos de ayudar al balompié lo está haciendo perder su esencia, la mística, el colmillo, barrio y competencia del mismo, se pierde la privacidad de un acto, el coqueteo de las pasiones y la interacción entre los protagonistas. Todo queda desnudado, o casi todo.
Muchos piden usar la tecnología para revisar jugadas que influyan en el resultado, jugadas que a la visión del que imparte justicia pasaron desapercibidas. Para mí, una locura, está por demás hacer uso de una segunda instancia, ya que la esencia del futbol es esa, la pasión que del rectángulo se transmite a la grada, ese debate, el conflicto de opiniones y criterios que surgen de jugadas que pudieron ser o no ser castigadas, pero eso es lo lindo del futbol; uno de los pocos deportes que no se interrumpe por un largo periodo de tiempo, así como la vida no te da una pausa, el futbol no lo hará, no podemos parar nuestras emociones y revisar si son o no correctas para el momento que estamos viviendo.
Pero si tanto se empeñan en aplicar la tecnología en el futbol que sea para bien del deporte, para analizar el ritmo del partido al medio tiempo, un gol mal anulado, o solamente checar jugadas dudosas, no para mirar que dicen los jugadores, lo de la cancha se queda en la cancha. Los códigos del futbol son implícitos y todos los que jugamos y amamos este deporte lo sabemos desde el momento en que tocamos una pelota, es como si en el teatro al mismo tiempo que sucumbe la obra tuviéramos pantallas que muestren los cambios de vestuario y transformaciones de los actores, audios que delaten las formas políticamente incorrectas que emergen desde los camerinos, acabaríamos con la magia del escenario y dejaríamos al descubierto el misticismo de los actores, entonces el público aplaudiría a un reality show y no un acto teatral.
Dejemos de desnudar al futbol, bombardearlo de tecnología, reglas extrañas y torneos que solo buscan ganancias económicas por encima de lo deportivo y del nivel futbolístico, trabajemos la moral, los valores, y la mentalidad de árbitros, eduquemos a dirigentes, presidentes y futbolistas. Los tiempos actuales hacen del futbol un gran negocio, respetémoslo desde su esencia misma; un juego y no un juzgado.