No todos los que cambian la historia del fútbol lo hacen con el 10 en la camiseta. Anton «Toni» Polster nunca necesitó ese número para ser símbolo, líder y referente. Nacido en Viena en 1964, fue un goleador implacable que dejó huella en cada club que pisó. Desde su explosión con el Austria de Viena —donde marcó 119 goles y ganó tres ligas consecutivas— hasta convertirse en el máximo goleador histórico de su selección, Polster fue mucho más que un delantero: fue un ídolo nacional.

En 1987 fue galardonado con la Bota de Oro, aunque solo tras una batalla por justicia deportiva, cuando la UEFA reconoció su legítimo mérito frente a las irregularidades de la liga rumana. En Sevilla vivió una de sus etapas más brillantes: 33 goles en la temporada 89-90, solo por detrás de Hugo Sánchez. También dejó huella en el CD Logroñés, donde marcó cuatro goles en un mismo partido de Copa, y en el Rayo Vallecano, antes de conquistar Alemania con el FC Colonia y el Borussia Mönchengladbach.

Jugó dos Mundiales (Italia 90 y Francia 98), anotó 44 goles en 95 partidos con Austria y, hasta hoy, su récord sigue vigente. Hoy, como entrenador y superviviente de una grave operación, Polster sigue dando lecciones de vida. No llevó el 10, pero encarna lo que ese número representa: jerarquía, impacto, corazón. En Austria, y en la memoria de quienes lo vieron jugar, Toni Polster es y será un verdadero «10».