El mundo del fútbol mexicano, especialmente el Cruz Azul, se encuentra de luto tras la muerte de Carlos Hurtado, conocido como el “Señor de Miami”, en la madrugada del 3 de noviembre en la Ciudad de México. Su fallecimiento fue confirmado por comunicadores como David Medrano, aunque hasta el momento no se han revelado las causas de su muerte.
Hurtado fue mucho más que un representante: se convirtió en un operador estratégico que entendía el negocio del fútbol desde dentro. Su red de contactos y su habilidad para negociar contratos lo posicionaron como un actor indispensable en el mercado de fichajes.

Sin embargo, su poder también generó controversia; fue señalado en múltiples ocasiones por ejercer una influencia excesiva sobre clubes y técnicos, así como por promover jugadores de su cartera en decisiones deportivas, lo que alimentó la percepción de una estructura paralela al interior del fútbol mexicano.
Su partida es un punto final a una era del “poder invisible” en el fútbol mexicano. Más allá de la sombra y la polémica, Hurtado deja un legado que invita a la reflexión: sobre la influencia, las reglas no escritas y el papel de los promotores en el deporte. Su historia se convertirá en parte de la memoria del fútbol nacional, con luces y sombras, y su ausencia abre paso a nuevas dinámicas en un mundo que pide mayor transparencia.
            




        




