Salvador Cabañas fue mucho más que un goleador: fue un líder nato dentro del campo, un dorsal 10 que jugaba con el alma. Llegó a México en 2003 para defender los colores de Jaguares de Chiapas, donde rápidamente se ganó el respeto del fútbol nacional al transformar a un equipo modesto en uno competitivo. Su instinto goleador, potencia física y carácter lo llevaron a fichar con el Club América en 2006, una de las camisetas más exigentes del continente.

Con las Águilas, Cabañas vivió su consagración. Se convirtió en referente del equipo y en uno de los máximos ídolos de la afición azulcrema. Fue goleador de la Copa Libertadores con el América, una hazaña que pocos han logrado, y brilló incluso en momentos difíciles para el club. Con la camiseta 10 en la espalda, representó el alma del equipo: entrega total, goles decisivos y una conexión única con el Azteca. Su figura crecía también en la Selección de Paraguay, rumbo a un Mundial que prometía ser el escenario ideal para su salto a Europa.
Sin embargo, en enero de 2010, un atentado fuera de las canchas cambió su destino. A pesar del golpe, Salvador demostró que su grandeza no solo se medía en goles: sobrevivió, volvió a tocar el balón y convirtió su historia en un mensaje de esperanza. Hoy, su legado vive tanto en la memoria americanista como en la historia del fútbol latinoamericano: Cabañas, el 10 que jamás se rindió.