Un año después del confinamiento, un nuevo artículo científico revela cómo cambia nuestra actividad por el modo en que usamos la red.

La pandemia de coronavirus cambió en unos días nuestro uso de internet. Sobre todo lo disparó. Pero también empezamos a usar la red de otro modo.

Un año después del inicio del confinamiento en los países europeos, empieza a verse que la nueva normalidad no será de momento cómo la vieja, según el nuevo artículo científico El efecto confinamiento, de 12 investigadores de instituciones españolas y alemanas, ya aceptado en la IMC (Internet Measurement Conference), una de las conferencias más importantes en el campo del análisis de internet.

La principal conclusión es que se ha disparado el uso desde casa y a cualquier hora, algo que ante solo hacíamos los fines de semana.

Ahora, un año después y con la pandemia aún en marcha, el fenómeno ha bajado, pero ni mucho menos se ha diluido. Respecto a febrero de 2020, el tráfico de videoconferencias seguía siendo en enero más del doble cualquier día de la semana, sin horas ni días de excepción. Casi lo mismo ocurre con las redes universitarias, donde el tráfico apenas desciende el sábado y el domingo respecto al resto de la semana. Las mediciones no implican conclusiones definitivas, pero indican una tendencia hacia un uso distinto de la red. Ahora hay por ejemplo picos de tráfico de juegos cada día de la semana al principio de la madrugada respecto a lo que era habitual en febrero de 2020.

También, sobre todo al principio, había más actividad a primera hora de la mañana y a medianoche, probablemente antes de que los niños se despierten o acuesten. Era uno de los momentos tranquilos. Ese tipo día más largo sigue viéndose en algunos datos. Los autores no se atreven a especular mucho, pero ¿quizá se puede alargar la jornada o jugar y ver pelis más por la noche si no hay que madrugar tanto para acudir al trabajo? ¿O son esos los únicos momentos que quedan libres en una jornada menos compartimentada?

La infraestructura quizá deba cambiar

Estos cambios tienen obviamente consecuencias sociales pero también, igual de importantes, para la infraestructura, según Juan Tapiador, catedrático de la Universidad Carlos III y uno de los autores del artículo.

«Se observa que todos los días son como el fin de semana, que hay actividad desde primera hora, lo que es relevante para quienes diseñan las redes porque se dimensionan teniendo en cuenta esos patrones», dice.

Este cambio de patrones puede conllevar cambios en la infraestructura. Hasta ahora, las viviendas tenían más capacidad de recibir datos que de mandarlos. Pero el trabajo en remoto y las videoconferencias requieren más tráfico hacia arriba del que era habitual en las casas particulares, que usaban internet fundamentalmente para navegar o para acceder a las plataformas de vídeo bajo demanda, que no requieren ese tipo de capacidad.

«Este ese un resultado notable, porque más capacidad en el último kilómetro para los proveedores de internet es caro y difícil de reemplazar con nueva tecnología», dice el texto. Narseo Vallina-Rodríguez, investigador de Imdea Networks y de la Universidad de Berkeley y también coautor, destaca este detalle: «Es más costoso tirar fibra óptica hasta cada uno de los edificios, que hay millones, respecto a desplegarla entre centralitas».

Otra conclusión del análisis del tráfico durante este año recalca un detalle que no por sabido deja de ser importante: la red ha resistido. «Ha sido una historia de éxito», dice el artículo. La capacidad de la red creció en un par de semanas en marzo de 2020 lo mismo que en todo el año anterior: un salto de un 30% más. Y apenas se notó.

«Los operadores diseñan sistemas con capacidad para soportar picos», dice Tapiador. «En este caso ha resultado que esa planificación ha sido suficiente. Internet, como conjunto de protocolos y tecnologías, ha resultado ser robusta para justamente estos fenómenos, aunque en este caso yo diría que ha sido más responsabilidad de la capacidad de las redes que del concepto en sí: ha sido más gracias a tener autopistas de 12 carriles que a forma de la propia red de autopistas como tal», añade.

#LaNuevaNormalidad:

Aunque un desastre donde internet se cae sigue siendo difícil de imaginar, sí que pudo haber más incertidumbre sobre la capacidad de ciertos servicios para ofrecer sus aplicaciones a un número de usuarios inusitadamente mayor. Pero esto puede en cierto modo resolverse con diseños elásticos que permiten acomodar más carga. Aunque no en todos los países tienen la misma capacidad: «Hay un artículo científico reciente de Facebook donde dicen que hubo problemas en el rendimiento del tráfico en redes que no estaban bien dimensionadas en países emergentes. Es una observación que complementa muy bien nuestros resultados», dice Vallina-Rodríguez.

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