COVID-19 ha traído consigo muchas vertientes entre las cuales se encuentra la educación, pues las aulas escolares lucen vacías y sin fechas probables para la reincorporación del alumnado.

Esta “Nueva Normalidad “ nos obligó como padres de familia a estar detrás del monitor observando y colaborando diariamente con la formación de los niños, dejando al descubierto la deficiente educación que reciben nuestros hijos,  pues nos hemos convertido en espectadores y participes de la enseñanza que hoy se imparte. Lo cual nos lleva a cuestionarnos si la educación privada verdaderamente cumple con el objetivo de darle a nuestros hijos herramientas académicas superiores a las que se reciben en una escuela pública.

Entendemos las limitantes que existen con las diferentes plataformas digitales que se ocupan para poder impartir clases de manera online y los problemas de conexión que aún existen en nuestra infraestructura; sin embargo, los docentes tendrán la obligación de prepararse y afrontar las dificultades que este nuevo reto les presenta.

Otras de las interrogantes que trae consigo esta condición de espectador activo son ¿Qué tan preparados están los docentes para impartir clase? ¿Quién regula su formación? ¿Cuáles son los parámetros que elegimos como padres para optar pagar por la educación privada en vez de utilizar la pública?, ¿Son las instalaciones? ¿Es el nivel social un factor de decisión como padre para inscribir a nuestros hijos? ¿Quién regula y verifica los estándares de enseñanza de las escuelas particulares?

Diariamente millones de padres dejamos a nuestros hijos durante más de 5 horas al día, confiando en que la Institución que elegimos proporcione herramientas académicas superiores o por lo menos suficientes para poder enfrentar los nuevos retos profesionales que el mundo actual presenta, dando por sentado que la Institución que elegimos tiene el mismo objetivo.

Ante la crisis las verdades se asoman y las exigencias de la comunidad de padres de familias para la reducción de costos han sido escuchadas por muy pocas instituciones, pues contadas son las que  se han  solidarizado con un ajuste en las colegiaturas,  ante este hecho surge una nueva interrogante para nosotros como padres de familia  ¿Las escuelas particulares tienen como único  objetivo  ser un negocio próspero o son realmente una cuna de enseñanza?

Como padres nos sentimos completamente abandonados en este campo de batalla, lo cierto es que hasta ahora la Dirección de Escuelas Privadas no ha dado indicaciones precisas acerca de los pagos. El poner estos puntos sobre la mesa no tiene otro objetivo mas que exigir a los órganos correspondientes regular de manera general a las Instituciones para que el costo de las colegiaturas nos apoye como sociedad, sin dejar desamparados a los docentes.

María Fernanda Cajica Rugerio