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Cuando asistí al estadio León a cubrir el partido de los «esmeraldas» contra los Rayados de Monterrey sabía que sería un día especial, algo me lo decía. En mi estancia  me encontré a una familia con 2 niños de entre 10 y 13 años, la familia era aficionada del Monterrey.

Les pregunte  si venían desde Monterrey sólo para ver el juego, me dijeron que si. Esto amigos es una de las cosas que hacen que el futbol me enamore cada vez mas. Si lo que acababa de presenciar  no era pasión, ni amor a los colores del equipo entonces no se que mas se necesite para explicarlo y que se entienda. Esto solamente lo puede despertar el futbol. Luego de ver esto, no esperaba ver algo que me transmitiera aun más el amor por el fútbol, pero la vida esta llena de sorpresas.

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Mientras esperaba para ingresar al estadio,  miré entre las rejas a un padre que abrazaba a sus 2 hijos, se los comía a besos, quería tenerlos junto a él siempre, porque cuando eres padre quieres disfrutarlos, que nunca crezcan, quieres poder cargarlos siempre y llevarlos a todas partes. El padre los abrazaba  como si no los hubiera visto en mucho tiempo, o como cuando un padre llega del trabajo y lo primero que recibe es la bienvenida de sus hijos. Llegó la hora de la despedida, el padre partió, pero yo pude notar que aun los llevaba dentro de sí; sonreía y les mandaba besos, los llevaba en el corazón y en la piel. En un lado de la manga se notaban unas manos pequeñas que se encontraban entrelazadas rezando y, del otro lado una frase con el nombre de sus hijos.

Los padres  queremos tener siempre con nosotros a nuestros hijos,  cargarlos y acompañarlos en el camino de la vida. Y la forma de este padre para tenerlos consigo siempre, es tatuar los nombres en su piel. Ese padre se llama:  Luis Arturo Montes Jiménez. El «Chapito» Montes.

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macip lobato carlos

@MacipFt

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